El destino universal de los bienes. Existen, hoy, desigualdades socio económicas. Nosotros como María, confiamos en que el Padre colma de bienes a cuantos tienen hambre y despide a los ricos sin nada (cf. Lc. 1,53). El evangelio exige “Den y se les dará» con la promesa segura de «medidas buenas, apretadas y sacudidas hasta desbordar» (cf. Lc. 6,38). Y esta es una actitud concreta que debe volverse costumbre y que puede aliviar al que está en la miseria, que tiene hambre, que está solo, que necesita de todo. ¡Cada uno de nosotros somos las manos del Padre!