Queremos ser personas que aspiran a ser semilla de un pueblo nuevo, ahí donde operan y se encuentran, impulsados por Quien nos invita a servir y trabajar en el amor al prójimo, para un México más solidario en sus valores civiles, más unido entre de su diversidad cultural, un país decididamente a favor de la persona.
El destino universal de los bienes. Existen, hoy, desigualdades socio económicas. Nosotros como María, confiamos en que el Padre colma de bienes a cuantos tienen hambre y despide a los ricos sin nada (cf. Lc. 1,53). El evangelio exige “Den y se les dará» con la promesa segura de «medidas buenas, apretadas y sacudidas hasta desbordar» (cf. Lc. 6,38). Y esta es una actitud concreta que debe volverse costumbre y que puede aliviar al que está en la miseria, que tiene hambre, que está solo, que necesita de todo. ¡Cada uno de nosotros somos las manos del Padre!
La gratuidad de nuestras acciones unidas en el Amor es lo que creará los «Cielos nuevos» y en la «Tierra nueva», el México y la humanidad que todos anhelamos.
Queremos que se vuelva realidad el sueño de San Juan Pablo II de “Construir en este milenio una civilización digna de la persona humana, una verdadera cultura de la libertad y de la paz”. Y como nos recuerda el Papa Francisco: “… la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad”.